sábado, 11 de marzo de 2017

¿Estamos imponiéndonos una dictadura?

   Desde hace unos días se está produciendo en mi ciudad —Vitoria-Gasteiz— un intenso y encendido debate debido a un concurso, promocionado por una discoteca, llamado "Miss Colita Sexy". El evento premia con doscientos euros a la fémina que demuestre tener el trasero más atractivo y anima a participar a todas las mujeres. 
Personalmente opino que es un acto involutivo, ridículo y chabacano. Además, como padre de una niña preciosa, me daría un ictus si mi hija —en futuro, ya que aún es muy pequeña— decidiese participar en un acto semejante. Pienso lo mismo de las salas de "streptease", los concursos de misses y misters, calzoncillos mojados, etc...
Dicho esto, se me ponen los pelos de punta al ver que el gobierno municipal, que como todos sabemos está compuesto por políticos, vaya a PROHIBIR el susodicho concurso. Apoyado, además, por el resto de partidos y, como no, por los guardianes de la nueva moralidad basada en lo políticamente correcto. Aduciendo que es denigrante para la Mujer.
Alegar que censuran este espectáculo porque es denigrante para todas las mujeres es un acto de "mojigatismo" propio de otros tiempos y es algo en lo estarían de acuerdo: un cura, un imán, un integrante del famoso autobús y, esto es lo más curioso, un guardián de la corrección política. A veces tengo la sensación de que asistimos al nacimiento de una nueva religión. Puede parecer exagerado, pero los cuatro supuestos individuos que he citado tienen varias cosas en común: dogmas de fé o verdades absolutas; una supuesta superioridad moral; lenguaje propio; la necesidad de predicar —o imponer— sus creencias bajo el convencimiento de estar en posesión de la razón; la capacidad para utilizar el victimismo y la culpa de forma muy hábil; nula capacidad de autocrítica. Tampoco se puede razonar con ellos porque cuando les cuestionas alguna de sus ideas reaccionan de forma exagerada y agresiva. 
En definitiva, no se puede juzgar al colectivo femenino por el comportamiento de unas pocas. Si alguna mujer se apunta a este concurso lo hace de forma voluntaria y, si realmente se denigra a alguien, será a ella misma, aunque estoy seguro de que las concursantes —orgullosas de un trasero que les habrá costado cientos de horas de gimnasio—, no lo ven de esta forma. De la misma manera que yo no me siento humillado porque un "boy" se despelote delante de un grupo de féminas exaltadas celebrando una despedida de soltera. Es algo que yo jamás haría —tampoco tengo cuerpo para ello— ya que me parece ridículo, pero como dice el refrán: "Hay gente para todo". Denigrar es OBLIGAR a las personas a comportarse o a vestir de determinada manera, pero algo que se hace de forma libre y voluntaria, aunque sea estúpido, no es más que un ejercicio de libertad individual. 
La mejor forma de luchar contra este tipo de espectáculos —insisto en que no me parecen adecuados— es la más sencilla: no acudir y que no sea rentable promocionarlos. Pero otorgar al Poder la capacidad de prohibir es muy peligroso, ya que cuando conquista un espacio de libertad, no lo suele soltar. Yo, que ya tengo una cierta edad, tengo la sensación de que cada día tenemos menos libertad y que bajo los aparentemente inocentes y nobles verbos: "salvar y proteger" nos están imponiendo una sutil y férrea dictadura de la corrección política. No nos olvidemos que también quieren censurar canciones, obras de marionetas, y no se van a detener ahí, continuarán con las películas, los libros, la longitud de las prendas de ropa...



Luis Ángel Fdez. de Betoño

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