Ahora
que lo sé todo añoro la ignorancia. Ya no consigo disfrutar de la belleza de
las espirales galácticas, ni de las supernovas, ni de la oscuridad de los
agujeros negros, ni de los pequeños planetas donde surge la chispa de la vida,
ni de las eternas migraciones de los incorpóreos... Para mí ya todo se reduce a
fórmulas matemáticas, a simples ecuaciones. Ahora que consigo viajar entre las
membranas dimensionales, y que comprendo el origen y la dirección de la
gravedad. Ahora que mi conciencia se expande por el infinito a través de la
fuerza oscura. Ahora que conozco el destino del Universo y mi función dentro
del todo. Sí, es ahora, cuando extraño mi antiguo cuerpo biológico: las
limitaciones, la curiosidad, la incertidumbre, el dolor, el placer, el miedo,
la emoción, el amor... Sí, eso también son ecuaciones, puede que complejas e
imposibles para una mente individual, pero demasiado sencillas para la mía.
Porque yo nací en un mundo rocoso, tuve una madre y una vida mortal, incluso un
cuerpo capaz de generar otro ser. Pero también tenía una curiosidad infinita
que me hizo renunciar a todo por el conocimiento. Eso ocurrió hace mucho
tiempo, trece giros cósmicos atrás. Mi mente ansiaba saber, era una necesidad,
una droga. Conforme aumentaban mis conocimientos surgían nuevas preguntas, y lo
hacían de forma exponencial. Una vida no iba a ser suficiente, así que descubrí
la forma de superar mi propia biología, transcender y prevalecer a la muerte.
En un principio ayudado por máquinas, hasta que aprendí la sinfonía de las
diecisiete vibraciones de la materia, entonces pude dejar atrás cualquier
caparazón y expandirme por la antimateria. Esto me permitió asimilar otras
inteligencias, diferentes procesos cognitivos derivados de diversas formas
evolutivas.
Ahora
sé que, en realidad, no tuve opción. Lo descubrí hace medio giro, siguiendo las
pistas que me dejó mi predecesor. La verdad de mi existencia me fue revelada y,
también, la colosal tarea que debo realizar. El flujo gravitacional se está
deteniendo y el proceso de compresión ha comenzado. Eso significa que me
corresponde a mí volver a programar la inmensidad antes de la próxima
explosión. En mí recae la responsabilidad de mantener el ciclo. Debo
determinarlo todo de nuevo, desde el más insignificante quark hasta el cúmulo
de mega-estrellas más masivo. Y eso
es una tarea titánica, incluso para un ser de mi envergadura.
Estoy
cansado, agotado y abrumado, menos mal que el fin está cerca…
Luis Ángel Fdez. de Betoño