miércoles, 10 de mayo de 2017

LA TORTURA DEL OMNISCIENTE (Relato)

Ahora que lo sé todo añoro la ignorancia. Ya no consigo disfrutar de la belleza de las espirales galácticas, ni de las supernovas, ni de la oscuridad de los agujeros negros, ni de los pequeños planetas donde surge la chispa de la vida, ni de las eternas migraciones de los incorpóreos... Para mí ya todo se reduce a fórmulas matemáticas, a simples ecuaciones. Ahora que consigo viajar entre las membranas dimensionales, y que comprendo el origen y la dirección de la gravedad. Ahora que mi conciencia se expande por el infinito a través de la fuerza oscura. Ahora que conozco el destino del Universo y mi función dentro del todo. Sí, es ahora, cuando extraño mi antiguo cuerpo biológico: las limitaciones, la curiosidad, la incertidumbre, el dolor, el placer, el miedo, la emoción, el amor... Sí, eso también son ecuaciones, puede que complejas e imposibles para una mente individual, pero demasiado sencillas para la mía. Porque yo nací en un mundo rocoso, tuve una madre y una vida mortal, incluso un cuerpo capaz de generar otro ser. Pero también tenía una curiosidad infinita que me hizo renunciar a todo por el conocimiento. Eso ocurrió hace mucho tiempo, trece giros cósmicos atrás. Mi mente ansiaba saber, era una necesidad, una droga. Conforme aumentaban mis conocimientos surgían nuevas preguntas, y lo hacían de forma exponencial. Una vida no iba a ser suficiente, así que descubrí la forma de superar mi propia biología, transcender y prevalecer a la muerte. En un principio ayudado por máquinas, hasta que aprendí la sinfonía de las diecisiete vibraciones de la materia, entonces pude dejar atrás cualquier caparazón y expandirme por la antimateria. Esto me permitió asimilar otras inteligencias, diferentes procesos cognitivos derivados de diversas formas evolutivas.  
Ahora sé que, en realidad, no tuve opción. Lo descubrí hace medio giro, siguiendo las pistas que me dejó mi predecesor. La verdad de mi existencia me fue revelada y, también, la colosal tarea que debo realizar. El flujo gravitacional se está deteniendo y el proceso de compresión ha comenzado. Eso significa que me corresponde a mí volver a programar la inmensidad antes de la próxima explosión. En mí recae la responsabilidad de mantener el ciclo. Debo determinarlo todo de nuevo, desde el más insignificante quark hasta el cúmulo de mega-estrellas más masivo. Y eso es una tarea titánica, incluso para un ser de mi envergadura.
Estoy cansado, agotado y abrumado, menos mal que el fin está cerca…


Luis Ángel Fdez. de Betoño