miércoles, 14 de febrero de 2018

LA PUERTA

La puerta

            Sí, ya sé qué me estoy volviendo loco, y que, además, el casero me avisó. Que hasta en cinco ocasiones y de cinco formas diferentes me dijo que no intentara abrirla. Que me olvidara de ella. Pero no le quise hacer caso. 
    Siempre he sido así, desde que era un niño. Para mí una advertencia significa una irresistible invitación, algo a lo que no me puedo negar. En especial cuando la prohibición implica un misterio por descubrir.
    Ansié abrirla desde la primera noche, ni tan siquiera esperé a deshacer las maletas. Instantes después de despedirme ya había retirado el armario que la protegía. Los primeros intentos fueron sutiles. Tratando de no dejar rastro. Pero, conforme pasaban los días y aumentaba mi obsesión, la sutileza fue dejando paso a la brutalidad, por no decir a la violencia. Sin embargo, por muy tosca y grande que fuese la herramienta, jamás conseguí infligir daño alguno en ella. Curiosamente, eso, lejos de desanimarme, no hizo más que aumentar mi obcecación, que llegó a límites inimaginables. No dejándome pensar en otra cosa que no fuese cruzar su umbral. Llegando incluso a impedir el normal desarrollo de mis actividades cotidianas.
    Ahora entiendo que es imposible, jamás nadie la atravesará. Lo descubrí la noche posterior a la tarde que destrocé la motosierra. De madrugada. Cuando totalmente desvelado me dirigía a por un vaso de agua. Fue entonces cuando me percaté de la luz que salía por la cerradura y, desoyendo a todos mis instintos primarios, me arrodillé frente a ella, cerré uno de los ojos y con el otro miré…
   En realidad, y para ser sinceros, no entiendo lo que visualizo todas las noches. Aunque de alguna forma comprendo que ante mí pasan todos los secretos del universo. Los filamentos que tejen el espacio tiempo. Las leyes que rigen el destino del caos. Sin embargo, mi pequeño cerebro de homo sapiens no consigue asimilar la información. Se ha colapsado. Ya no distingue el paso del tiempo. Ha perdido la capacidad para interactuar con el mundo. Por eso llevo días sin comer. ¿O tal vez sean horas?  ¿Años? Quién sabe, yo solo sé que he perdido la razón…