La
puerta
Sí, ya sé qué me estoy volviendo
loco, y que, además, el casero me avisó. Que hasta en cinco ocasiones y de
cinco formas diferentes me dijo que no intentara abrirla. Que me olvidara de
ella. Pero no le quise hacer caso.
Siempre he sido así, desde que era un niño.
Para mí una advertencia significa una irresistible invitación, algo a lo que no
me puedo negar. En especial cuando la prohibición implica un misterio por
descubrir.
Ansié abrirla desde la primera
noche, ni tan siquiera esperé a deshacer las maletas. Instantes después de
despedirme ya había retirado el armario que la protegía. Los primeros intentos
fueron sutiles. Tratando de no dejar rastro. Pero, conforme pasaban los días y
aumentaba mi obsesión, la sutileza fue dejando paso a la brutalidad, por no
decir a la violencia. Sin embargo, por muy tosca y grande que fuese la
herramienta, jamás conseguí infligir daño alguno en ella. Curiosamente, eso,
lejos de desanimarme, no hizo más que aumentar mi obcecación, que llegó a
límites inimaginables. No dejándome pensar en otra cosa que no fuese cruzar su
umbral. Llegando incluso a impedir el normal desarrollo de mis actividades
cotidianas.
Ahora
entiendo que es imposible, jamás nadie la atravesará. Lo descubrí la noche
posterior a la tarde que destrocé la motosierra. De madrugada. Cuando totalmente
desvelado me dirigía a por un vaso de agua. Fue entonces cuando me percaté de
la luz que salía por la cerradura y, desoyendo a todos mis instintos primarios,
me arrodillé frente a ella, cerré uno de los ojos y con el otro miré…
En realidad, y para ser sinceros, no
entiendo lo que visualizo todas las noches. Aunque de alguna forma comprendo
que ante mí pasan todos los secretos del universo. Los filamentos que tejen el
espacio tiempo. Las leyes que rigen el destino del caos. Sin embargo, mi
pequeño cerebro de homo sapiens no consigue asimilar la información. Se ha
colapsado. Ya no distingue el paso del tiempo. Ha perdido la capacidad para
interactuar con el mundo. Por eso llevo días sin comer. ¿O tal vez sean
horas? ¿Años? Quién sabe, yo solo sé que
he perdido la razón…